Este fin de semana dejé a un lado, mi principal entretenimiento, la bici, para intentar cumplir un reto de estos que uno se pone de vez en cuando para endulzar un poco la vida.
Este no era otro que completar una media maratón.
La elegida, por cercanía, espectacularidad y ambiente, fue la XXII edición de la media maratón de Santa Pola.
El día empezó para mi a las 6:30 de la mañana, la costumbre puede más que el sueño, y esta vez los nervios ayudaron al madrugón.
Cafetito para espabilar el cuerpo, dos barritas energéticas y un plátano, fueron los alimentos elegidos como desayuno, ligero pero energético.
Repaso a la ropa elegida, accesorios, visita al baño, para soltar lastre, vuelta a repasar ropa y accesorios, vuelta al baño esta vez exigida por los nervios y por fin, miro la hora (8:45), y me decido a salir para Santa Pola.
Arranco circulo unos metros y… dios, media vuelta, se me ha olvidado el móvil y no es que espere llamadas, es que es lo que me va ha servir como reproductor de música. No me quiero ni imaginar correr durante casi dos horas escuchando a mis pulmones pelearse por unos gramos de oxígeno.
Subsano el despiste y pongo rumbo a la villa.
Atravieso Alicante salgo a la nacional y pasado el Altet… atascón. Esta claro que por mucho que se lo curren en la carrera para organizar a más de 8.000 personas corriendo por el pueblo, los accesos a el mismo se vuelven a mostrar insuficientes para dar entrada a un pueblo con tanto atractivo turístico.
Aprovecho el ritmo de tortuga para dar cuenta de otra barrita e hidratarme.
A las 9:45 llego y gracias a que estuve varios años viviendo allí, no me cuesta encontrar un rinconcito donde aparcar relativamente cerca de la salida.
No tengo mucho tiempo para calentar, pero bueno mi cuerpo esta acostumbrado a que no lo haga. Estiro un poco, troto cerca de la salida, me despisto y la megafonía me saca de mis pensamientos cuando oigo que anuncian que quedan sólo tres minutos para la salida. Me dirijo hacia la zona donde se encuentra y lo que me encuentro es un mar de gente que me separa de la pancarta de salida casi 200 metros, diossss, esto que es, como esperan que corramos entre tanta gente, si andar ya será complicado.
Noto un subidón, supongo que mi organismo está segregando ya drogas legales para prepararme para el sufrimiento venidero. El speaker, no hace más que alentar al público para que anime, que no duda en vitorear, silbar, chillar… todo esto aderezado con una especie de marcha de tambores que recuerda a los tambores que utilizaban en los barcos para que los remeros siguieran el mismo ritmo. Yo no hago más que pegar saltitos y dar carreras estáticas para mantener el calor corporal y cada vez me siento más eufórico. Dos minutos, uno, 10 segundos… dos, uno, y como no traca para dar la salida. ¡Vamosssss!... pero no vamos. Dios en las pantallas gigantes ya se ve a la gente corriendo y yo aún estoy parado a 200 metros de la salida. Vengaaaaaaa, dos minutos después veo ya alguna cabeza moverse. Siiii, me muevo, pero andando, joder quiero correrrrrr.
Con el subidón hacía ya unos minutos que había desechado la idea de tener como único objetivo acabar la prueba. Quería acabarla a ser posible en 1:45 min. Pero así no iba a poder ser. Había pasado por debajo de la pancarta de salida tres minutos largos después de darse la salida, y para colmo, el ritmo que imponía la masificación de la carrera era de 6:30 minutos el kilómetro o más.
Por el kilómetro dos descubro que la gente no utiliza las aceras para correr y aprovecho esto para acelerar y adelantar a gente. Impongo un ritmo fuerte para mi, ( 4 minutos por kilómetro, raspadito, incluso menos en acelerones que doy para adelantar a grupetes).
Yo no se si era el ambiente, el subidón, la adrenalina o que pero me encuentro muy bien y decido mantener el ritmo. Por el kilómetro cinco una amiga me reconoce desde el público y me grita dando ánimos. Indescriptible la alegría que sentí y la motivación que te da oír tu nombre entre la multitud y recibir ánimos. Aprieto.
Por el kilómetro ocho, en la avenida Santiago Bernabeu, me cruzo con los que van en cabeza, te cagas, yo voy por el ocho, no llega, y ellos van ya por el trece.
No se si son de este planeta.
En el kilómetro doce alcanzo al tío que va con el globito que indica que si entras con el llegas con un tiempo de 1:45 minutos, y decido pasarlo, me encuentro bien. A partir de ahora todo lo que le saque al globito será margen para hacer mi deseada marca.
Esta claro que todo iba demasiado bien, nunca antes había corrido más de 16 kilómetros y no sabía que me esperaba pasada esa marca. Pues lo que me esperaba no era otra cosa que un fuerte bajón anímico en el 17. Tanto es así, que mi cabeza no hacía más que pedirme que me parara, que andara un ratito y que luego siguiera. Es difícil de explicar pero es así, parece lo del diablillo y el angelito, cada uno apoyado en un hombro uno aconsejándote parar y el otro seguir. Seguí. Y lo hice gracias a ciertos talismanes en forma de recuerdos y promesas que uno tiene y que merece la pena respetar. No conseguí incrementar el ritmo como suelo hacer en alguna otra prueba a la que me he presentado, para llegar al esprín, pero si que conseguí mantener el ritmo para llegar, con un tiempo oficial de 1:44:07 y real de 1:40:42.
Misión cumplida.
A la llegada hubo dedicatoria, a esos talismanes que, como siempre, me habían ayudado en los momentos difíciles, a ese fiel compañero y amigo que perdí hace ahora mas de dos años y ha un nuevo talismán que nos anunció su llegada la semana antes.
Para más pistas el hecho polvo de verde soy yo.
